¿PORQUE EL ARTE AYUDA A SANAR?
El arte trasciende la mera expresión; su propósito va más allá de comunicar. Posee una intención terapéutica inherente, actuando como un acompañante en procesos de indagación personal, autodescubrimiento y la construcción de nuevas formas de relacionarse con el mundo. No se trata simplemente de una distracción manual, sino de un proceso de elaboración y superación del sufrimiento o cualquier emoción a través de objetos, técnicas y creaciones artísticas, culminando en una obra con una clara finalidad resiliente.
El arte se presenta como una herramienta idónea para debilitar las defensas que obstaculizan el proceso de subjetivación y la conexión entre el individuo, sus grupos de pertenencia y la sociedad. Además, constituye un camino tangible y accesible para descubrir verdades no dichas o difíciles de asimilar.
En los Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA), a menudo se observa un déficit simbólico, una dificultad para encontrar coherencia, orden y sentido en experiencias que han irrumpido en la psique del individuo. Esta falta de explicación, narración o sentido genera un vacío psíquico que la persona intenta llenar como puede. El arte entonces, funciona como puente para otorgar identidad, significado y palabras a lo no expresado, a lo indecible, a lo prohibido, a los secretos y al síntoma.
Lo que carece de sentido comienza a adquirir lógica y entendimiento, generando calma y alivio. En el ámbito del arte, uno es libre de ser y para hacer, permitiéndose, por momentos, reencontrarse con heridas infantiles, que a menudo se manifiestan como lastres emocionales y físicos. La creación artística posibilita una catarsis necesaria para acceder a nuestro mundo interno y compartirlo con los demás.
A través del arte, se integran en el individuo aspectos opuestos y complementarios, tanto los agradables como los desagradables, desafiándolo a conectar el mundo interno con el externo, lo que gradualmente modifica la percepción de sí mismo, de su cuerpo y del mundo. De esta manera, se facilita el reconocimiento pudiendo sentirse pleno en su propia subjetividad.