Los trastornos alimentarios en la vida adulta son poco mencionados, obviados y hasta desconocidos, sin embargo, son frecuentes y aunque no se mencionen  junto con la creencia que estos trastornos de dan en etapas tempranas de la vida, como la niñez y adolescencia, lleva a transitar los síntomas con mucha vergüenza, culpa, angustia y enojo, sumado a la creencia que en la adultez se deberían tener ciertas cuestiones resueltas, la exigencia entonces junto con el control son mecanismos centrales que sostienen los síntomas.

La mediana edad, desde el punto de vista de psíquico es un retorno con gran movilización pulsional debido a los cambios hormonales y físicos, hay un reencuentro con los objetos de la infancia y un nuevo hallazgo de los primeros objetos de amor; padres o cuidadores, lo que lleva a duelar aspectos emocionales y del propio cuerpo. 

Surge entonces la necesidad de un tratamiento especializado y adaptado a estas instancias vitales, donde el acompañamiento continuo y el autoconocimiento, son parte del camino a recorrer, diferentes a los tratamientos diseñados para adolescentes.

Los trastornos alimentarios en la vida adulta pueden haberse originado en la adolescencia o pueden desencadenarse de manera más tardía, a pesar de ello, siempre hay posibilidades de ser un poco más funcional, de aliviar la carga mental y emocional, de permitirse sentir y comenzar a disfrutar gradualmente del cuerpo y la comida.

Vale la pena entonces, darse la oportunidad de un reencuentro, un reconocimiento hacia las necesidades más profundas y vitales, para darle un nuevo sentido a la propia historia.

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